Wednesday, February 02, 2011
Hizbulá y Líbano: la conquista del Estado.
Friday, April 23, 2010
Líbano, la última provincia de la Unión Europea.
José Luis Orella Martínez.
Jefe del Departamento de Historía y Humanidades del CEU San Pablo.
Wednesday, September 09, 2009
Una esperanza para católicos y musulmanes.
Acabo de regresar de una estancia en el Líbano. Y me parece que vale la pena reflejar, al menos en parte, una experiencia vivida allí.
El resumen es que aquella tierra, puerta y encrucijada de Oriente Medio, constituye una esperanza firme de que cristianos y musulmanes pueden vivir juntos.
Algo que no ocurre, a causa del fanatismo, en naciones como Arabia Saudita, por citar el caso que considero más escandaloso, dada también la tolerancia cómplice con que Occidente mira a ese país.
La primera sorpresa, ya en el aeropuerto, fue ver a muchas personas, hombres, mujeres y niños, con aspecto y rasgos árabes, luciendo en el pecho, a la vista, crucifijos y medallas. Sorpresa para un español y europeo que ya con dificultad presencia algo semejante en tierra propia.
Luego, preguntas, lees, visitas, y te enteras de que en el Líbano la convivencia religiosa es total y pacífica desde hace mucho. Por añadir un dato técnico: la actual constitución reconoce oficialmente dieciocho confesiones religiosas, musulmanas, cristianas… e incluso la judía.
Pero no es solamente una frase en un texto legal. La realidad es que conviven todas esas creencias, sin que se aprecien síntomas de recelo, rechazo o enemistad.
Otro síntoma. Cerca de Beirut, en un alto, se levanta el santuario de Harisa, coronado por una monumental imagen de Nuestra Señora Reina del Líbano. Y llama la atención ver en el recinto mujeres cubiertas de pie a cabeza por su túnica negra, es decir, musulmanas observantes, que acuden allí para rezar a la Virgen.
Lo mismo que sorprende divisar, aquí y allá, un campanario, una iglesia cristiana, una cruz en un cerro, o multitud de pequeñas hornacinas con imágenes de santos por los caminos y a la puerta de las viviendas. O escuchar el sonido de las campanas llamando a misa. Lógicamente, ocurre sobre todo en las zonas más cristianas.
El Líbano ha sido, históricamente, tierra de acogida, singularmente de cristianos que huían de regiones ocupadas por los musulmanes. No hace mucho, representaban el 55 por ciento de la población. Las últimas guerras han provocado huídas, y ahora se calcula que son el 35 por ciento.
Son libaneses, viven como tales, trabajan en su tierra, y se comportan como cristianos, con la mayor normalidad. No es extraño subir a un autobús y ver que el conductor lleva al lado un folleto con la imagen del Papa. Sin que nadie se extrañe o le diga nada.
Lo mismo que se divisa por la calle a musulmanes observantes, con sus cuentas en la mano, y por todas partes pueden verse mezquitas y minaretes. Y, en las zonas más musulmanas, se escucha tres veces al día la llamada a la oración. Los hay que son chiitas, otros sunitas…
Es normal contemplar, en grupos de jóvenes, a muchachas que tapan su cabeza y su cuerpo al estilo musulmán, al lado de otras que visten a la europea, con el cabello al aire y ropas occidentales. Y son amigas que se divierten juntas, porque así lo han vivido desde pequeñas.
Las últimas y terribles guerras que ha sufrido el Líbano no tuvieron origen en enfrentamientos religiosos. Se han debido al problema palestino. A la presencia irregular (y no reconocida) de varios cientos de miles de refugiados, que habitan en campamentos aislados, convertidos en guetos insoportables donde se cuecen día a día los nuevos terroristas porque son jóvenes sin futuro.
La principal amenaza es la presencia de los palestinos, aglutinados y comandados sobre todo por Hamas. Y con Hezbolá por medio, constituido en un país dentro del país, hasta con sus propias “fuerzas armadas”.
El Líbano, en fin, es un país de esperanza que debe tener futuro. La esperanza de comprobar que los musulmanes conviven en paz con gentes que ni creen ni piensan igual, pero que no por eso son considerados enemigos. La esperanza de ver que allí los cristianos árabes son capaces de vivir sin complejos sus creencias.
José Apezarena
Wednesday, October 22, 2008
LÍBANO, PIEDRA CLAVE DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA PAZ EN ORIENTE PRÓXIMO
Siria vuelve al escenario internacional y abandona la marginación que tenía por su alianza histórica con la república iraní. La Francia de Sarkozy se coloca la medalla de ejercer de primera potencia del Mediterráneo, desplazando a unos EEUU poco queridos en la región. Sin embargo el Líbano, un país que por su pluralidad podía ser ejemplo de convivencia, y que fue modelo de estabilidad política y puente entre occidente y oriente, no termina de volver a la normalidad. El acuerdo firmado en Qatar entre el gobierno y la oposición, puso una paz momentánea y proporcionó la elección de un presidente, que estuvo estancada durante meses. La elección de presidente en la figura del general Sleiman, subrayó el papel del ejército como una de las pocas instituciones neutrales del país. Sin embargo, el acuerdo no resuelve ninguno de los problemas yacentes en la pequeña nación del cedro. La sociedad pluri-religiosa libanesa, sigue dividida en dos peligrosos bloques, donde la influencia de Siria-Irán y Arabia Saudita-EEUU juegan sus bazas estratégicas sin importarles el futuro del país.
Por un lado, Hezbollah junto a Amal controlan la comunidad chií. La comunidad chiíta tiene una fuerte demografía, que provoca una fuerte emigración del campo a las ciudades, sin escuelas, ni centros sanitarios; el resentimiento es cada vez mayor entre los jóvenes contra la oligarquía sunnita. Son detalles que han ayudado a que los sectores populares del sur de Beirut, del valle de la Bekaa y del sur del país, vean con simpatía la reislamización. El partido de Dios, la formación política tradicional que fundó el Iman Mussa Sadr, desaparecido en un viaje a Libia, proporciona prestaciones sociales, sanitarias y escuelas, que han sido financiadas por Irán. En definitiva es un estado dentro de otro, donde el ejército no tiene fuerza para dominar la situación. Además su líder, Hassan Nasrallah puede atribuirse unos méritos militares únicos. En 1983 expulsaron a los occidentales del Líbano tras los atentados que costaron la vida a 251 marines norteamericanos y 58 legionarios franceses. En el 2000, Israel se retiró del sur del Líbano, sin ninguna contraprestación política. Pero después de haber perdido 800 hombres en la lucha guerrillera emprendida por los chiítas. Desde entonces Hezbollah se ha convertido en el símbolo del orgullo musulmán.
Entretanto, los cristianos se encuentran divididos buscando su supervivencia. La falta de unidad entre los cristianos es una de las claves determinantes para un futuro en paz. Los cristianos conforman el elemento identitario principal de la pequeña nación libanesa, muy vinculados con Europa a través del Mediterráneo. La desaparición de la presencia cristiana en Líbano señalaría la imposibilidad de convivencia entre cristianos y musulmanes, y el fin del único modelo parlamentario árabe en Próximo Oriente.
La extensa pluralidad religiosa y cultural del Líbano ha provocado una manipulación de las cifras reales de su población. La razón de todo ello procede del reparto del poder entre las diversas comunidades. El presidente de la república es un maronita, el presidente del gobierno un sunita, el presidente del parlamento un chiíta, y así sucesivamente. Pero las comunidades han variado su demografía y especialmente la chiíta es la más reivindicativa. Aunque los acuerdos de Taif marcaron una reforma que dividía a 50 % la representación parlamentaria entre cristianos y musulmanes, las tensiones por la manipulación de las cifras subsisten. Según el listado de ciudadanos inscritos en el año 2000, en el ministerio del Interior libanés para obtener el derecho a votar. Los ciudadanos votantes eran 2.649.121 ciudadanos, la población total estaría en 3.800.000. Divididos en comunidades serían: Alawitas, 18.491; armenios católicos, 19.392; armenios ortodoxos 89.649; asirios, 2.120; caldeos, 2.893; chiítas, 638.313; coptos, 83; drusos, 151.971; greco-católicos, 146.644; greco-ortodoxos, 226.488; judíos, 5.956; católicos romanos, 11.333; maronitas, 606.553; protestantes, 18.230; sunitas, 674.571; sirio-católicos, 10.076; sirio-ortodoxos, 14.596. Entre las quejas de los cristianos estarían las nacionalizaciones concedidas bajo dominio sirio de unos 300.000 sunitas sirios, egipcios y palestinos. Por tanto, la comunidad mayoritaria sería la sunita con el 25,4 %; le seguiría la chiíta con el 24,1 %. Por parte cristiana, los maronitas serían el 22,9 %, que junto al 8,5 % de los greco-ortodoxos y comunidades menores, obtendrían en conjunto una presencia del 43,3 % de cristianos. El mayor porcentaje de población cristiana en una nación árabe, algo muy provocativo para el islamismo radical.
En el caso concreto de los maronitas del Líbano que rastrean sus orígenes hacia finales del siglo IV, cuando un grupo de discípulos se congregó en torno a San Marón. Desde la independencia de 1944, los franceses garantizaron la hegemonía maronita, mediante el reparto de poderes entre las diferentes comunidades, quedando la presidencia republicana en manos maronitas. La guerra civil de 1975 provocó un fuerte exilio cristiano y la caída del orgullo maronita. En el momento actual, las diferentes comunidades cristianas necesitan mantener una unidad de acción que preserve su presencia intelectual y demográfica en un país, que hace todavía pocos años eran el único con mayoría cristiana de la región.
Saturday, May 24, 2008
Líbano, un nuevo éxodo cristiano
«La tierra está en duelo, languidece; el Líbano está ajado y mustio»: nunca como hoy parece tan acertada esta profecía de Isaías que recoge la Sagrada Escritura. El país del cedro, famoso en la antigüedad por la belleza de sus bosques y la calidad de sus maderas, es hoy una nación cansada, que mira hacia atrás y sólo percibe el humo de las bombas y el sonido de los disparos. El último episodio del conflicto que desangra al Líbano desde hace décadas se vivió hace apenas dos semanas, cuando, en medio del vacío presidencial que está debilitando al país desde el pasado noviembre, el Gobierno decidió desmantelar la red de comunicaciones de Hezbolá, verdadero foco de poder en la sombra. Y es que la organización chií es un verdadero Estado dentro del Estado, con su propio ejército y un gran predicamento entre la población civil por su labor social de apoyo a los más desfavorecidos -no en vano, Hezbolá está financiada por Siria e Irán-. Las consecuencias no se hicieron esperar; milicianos armados se desplegaron por toda la ciudad de Beirut, cerraron la emisora de televisión del Gobierno y demostraron quién es realmente quien manda en el país. El resultado: varias decenas de muertos y cientos de heridos. Más sangre, una vez más.
Líbano es un auténtico puzzle, y no es posible componerlo sin conocer hasta qué punto la religión está implicada en la vida civil. La religión mayoritaria es el Islam (donde la mayoría son chiíes), pero existe un importante grupo cristiano -compuesto por maronitas, ortodoxos y una minoría de católicos- y druso. Paradójicamente, de los estragos de los últimos disturbios se han visto librados los cristianos, porque el maronita Michel Aoun, líder del Movimiento Patriótico Libre, está junto a los chiíes de Hezbolá y en contra del actual Gobierno. Los barrios cristianos han quedado al margen de las batallas, pero todo este sistema de alianzas ha aumentado la división en el mismo seno de los cristianos: unos están con él, mientras que otros están con el Gobierno. Para dar salida a esta situación, y para llamar la atención de la comunidad internacional sobre la situación del Líbano, el Patriarca de los cristianos maronitas, el cardenal Nasrallah Sfeir, está realizando una gira internacional por distintos países. Ya se ha reunido con el Presidente de Estados Unidos, George Bush, y con el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, y tiene previsto visitar España en unos días. Y es que, en Líbano, política y religión están muy imbricadas. Los religiosos hacen política, y los políticos hablan de religión. Es algo que está presente en todas partes. La religión de cada cual queda registrada hasta en el carnet de identidad.
Pero el dato más llamativo es que la mayoría de los libaneses vive en el extranjero; hay más libaneses viviendo fuera que dentro. Y es que a los periódicos derramamientos de sangre que sufre el país se suma una imparable sangría demográfica. Los que más sufren este exilio son los cristianos. Se calcula que más de la mitad de los emigrantes son cristianos. Nayla es una de ellos. Esta mujer libanesa, que lleva diez años viviendo en España después de haber pasado por otros países, afirma hoy que, «en 1943, el año de nuestra independencia, los cristianos maronitas eran mayoría en el Líbano, pero la mayor parte de los que han emigrado son cristianos. ¿Por qué? Imagínate viviendo en un entorno musulmán radical, con Siria a un lado, con la guerra con Israel, con muchos palestinos llegando cada vez en mayor número a Líbano... Es muy difícil vivir así. Por eso, el cristiano, que es más europeo, puede emigrar a cualquier país del mundo; así, cuando ve que el integrismo aumenta, entonces se marcha, porque entre suníes y chiíes, y con tanta violencia, los cristianos nos encontramos como perdidos. Muchísimos cristianos están dejando el país desde hace años. Sólo quedan las personas que no pueden salir, los que no tienen cultura, los mayores..., y un país no se construye de este modo. Hablo con cualquier persona por Internet, y su único deseo es irse lo antes posible. Hablan de irse a Australia, a Estados Unidos, a Canadá...»
Sin embargo, la esperanza y la fe nunca se pierden. Dice Nayla que, aun así, «los cristianos en el exilio no perdemos nuestra fe. Hay iglesias maronitas en muchos países del mundo, y hay reuniones de cristianos libaneses, que en el extranjero nos mezclamos unos con otros. No hay las divisiones que existen dentro del Líbano». Quizá por eso resuene con mayor fuerza esa otra profecía de Isaías: «¿Acaso no falta sólo un poco para que el Líbano se convierta en vergel, y el vergel se considere una selva?» Ojalá sea así. Dios lo quiera.
Thursday, May 22, 2008
Líbano, clave de la paz
El acuerdo firmado en Qatar entre el gobierno
y la oposición, pone paz en un momento
delicado. La elección de presidente en la figura
del general Sleiman, subraya el papel
del ejército como una de las pocas instituciones
neutrales del país. Sin embargo, el acuerdo
no resuelve ninguno de los problemas yacentes
en la pequeña nación del cedro. La
sociedad pluri-religiosa libanesa, ejemplo de
convivencia, sigue dividida en dos peligrosos
bloques, donde la influencia de Siria-Irán y
Arabia Saudita-USA juegan sus bazas estratégicas
sin importarles el futuro del país.
Por otro lado, Hezbollah junto a Amal
controlan la comunidad chií. La comunidad
chiíta tiene una fuerte demografía,
que provoca una fuerte emigración del
campo a las ciudades, sin escuelas, ni centros
sanitarios; el resentimiento es cada
vez mayor entre los jóvenes contra la oligarquía
sunnita. Son detalles que han
ayudado a que los sectores populares del
sur de Beirut, del valle de la Bekaa y del
sur del país, vean con simpatía la reislamización.
El partido de Dios proporciona
prestaciones sociales, sanitarias y escuelas,
que han sido financiadas por Irán. En
definitiva es un estado dentro de otro,
donde el ejército no tiene fuerza para dominar
la situación.
Entretanto, los cristianos se encuentran
divididos buscando su supervivencia. La falta
de unidad entre los cristianos es una de las
claves determinantes para un futuro en paz.
Los cristianos conforman el elemento identitario
principal de la pequeña nación libanesa,
muy vinculados con Europa a través del
Mediterráneo. La desaparición de la presencia
cristiana en Líbano señalaría la imposibilidad
de convivencia entre cristianos y musulmanes,
y el fin del único modelo parlamentario
árabe en Próximo Oriente. Líbano
es uno de los engarces culturales que comunica
Occidente y Oriente, su desmembración
o satelización por uno de sus vecinos,
ayudaría a la incomunicación de nuestras
culturas. Por eso se hace necesaria una estrecha
relación con la Unión Europea.
Jose Luis Orella.
Tuesday, May 06, 2008
El martirio de los cristianos libaneses
El Líbano es el país con mayor porcentaje de población cristiana, algo muy provocativo para el islamismo radical. Por esta razón, el Líbano se ha convertido en el objetivo principal para ir reduciendo la presencia cristiana
Cuatro siglos más tarde, los monjes se trasladaron junto a un grupo de sus seguidores a la región montañosa del Líbano, donde permanecieron en aislamiento.
En el momento actual, la organización de la Iglesia en rito maronita tiene 10 diócesis, con 770 parroquias, un Seminario Patriarcal en Ghazir, y un seminario diocesano en Karm Sadde, cerca de Trípoli. La educación teológica se da en la Universidad del Espíritu Santo en Kaslik. Entre el exilio, Líbano, Siria y Chipre, los maronitas son 3.222.000 fieles en todo el mundo.
La extensa pluralidad religiosa y cultural del Líbano, un país que fue denominado la Suiza de Oriente, se encuentra en peligro.
Los maronitas conforman parte de la identidad del Líbano, y el núcleo de la cristiandad de la nación del cedro.
Según los chiítas, los cristianos habrían perdido su hegemonía hasta el 25 %, siendo musulmanes un 75 % y de ellos el 50 % chiíta.
Sin embargo, según el listado de ciudadanos inscritos en el año 2000, en el ministerio del Interior libanés para obtener el derecho a votar la población total estaría en 3.800.000. La comunidad mayoritaria sería la sunita con el 25,4 %; le seguiría la chiíta con el 24,1 %. Por parte cristiana, los maronitas serían el 22,9 %, que junto al 8,5 % de los greco-ortodoxos y comunidades menores, obtendrían en conjunto una presencia del 43,3 % de cristianos.
El Líbano es el país con mayor porcentaje de población cristiana, algo muy provocativo para el islamismo radical. Por esta razón, el Líbano se ha convertido en el objetivo principal para ir reduciendo la presencia cristiana.
Además la unidad del país, depende de la propia unidad de los cristianos. Un Líbano con una cristiandad dividida y en decadencia, entregaría sin remisión a la nación del cedro a las manos de sus vecinos sirios.
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José Luis Orella